26 abr 2010

Hermes y Afrodita

Sólo un falo inflamado
Fuera de toda proporción.
Las venas azules,
El semen acumulándose,
Cabeceando como un purasangre
Impaciente por arrancar.

Apenas una artística estatua de espuma,
Bella, enigmática, sonriente,
Blanca la piel,
La mente en blanco,
Sólo esperando los embates del semental
Que la van a inundar.

Y sin embargo,
Entre ese tiro al aire
Y esa linda cabecita loca
Algo especial van a conjurar.

Eros + Psique = Amor.
No se sabe muy bien donde fue,
No se sabe realmente lo que pasó
Bien al norte de Tesalia,
Tal vez en Tracia o en la agreste Dacia,
Entre montañas silenciosas
Y bosques cobalto e índigo,
Cuando los cuervos eran blancos
Y las panteras todavía competían con los lobos
Por cabritos y gamos.
Entonces hombres y mujeres
También se buscaban el uno en el otro
Y ya entonces en sus besos y abrazos
Había un algo desesperado.

Qué se yo lo que les pasaba,
Pero Afrodita y Hermes se buscaban
Con un torpe anhelo sin palabras.
Ella quería abrirse las costillas
Y llevarlo para siempre en sus entrañas.
Él tragársela entera para no olvidarla.
Pero por una de esas cosas raras de la vida
Hermes, el embustero,
No encontraba palabras para expresar lo que sentía
Y la celestial Afrodita no podía pensar en nada.

Hermes regresó a su cueva en Arcadia,
Afrodita a sus templos de Chipre
Y el niño fue criado por las hamadríades del monte Ida,
En la lejana Frigia, no en la rojiza Creta.
Creció libre y hermoso como sus padres,
Llevado de sus ideas, ingenioso,
Con miedo a las ataduras
Y con un vago deseo que no lo abandonaba.
Deambuló por Misia, por Lidia y por Caria
Y en el lago Salmacis rechazó a la ninfa enamorada.
Sólo quería bañarse en las límpidas aguas.
Le importaban un comino contemplarse en la fuente
O los tormentos de amor de la impulsiva muchacha.
Pero cuando se zambulló para refrescar su cuerpo acalorado
Ella lo esperaba en el fondo,
Reflejo de su boca, de sus ojos, de su oscura cabellera,
De su pecho bronceado, de sus anchas espaldas,
Sueño de su sueño, alma de su alma,
Y lo estrechó con sus brazos y sus muslos
Y entró en él como un soplo desesperado
Rogándole a los dioses que fueran uno en el otro,
Que jamás pudieran separarse sus cuerpos,
Que sus vidas fueran una y la misma,
Que cuando uno muriera el otro lo acompañara.

Los dioses escucharon su ruego.
Así Salmacis perdió su nombre
Y Hermafrodito recuperó a su madre y a su padre
Y cumplió sin proponérselo
Su secreta esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me encantaria q me dijerais lo que pensais...
Soys mi público...