13 may 2010

Satanàs... ¿Quien es?

Satanás: ¿personaje mítico, o siniestra realidad?

DESDE los tiempos más remotos, el origen del mal inquieta a las personas reflexivas. La obra A Dictionary of the Bible, de James Hastings, señala: “Tan pronto como adquirió conciencia de sí y de su entorno, el hombre se vio ante fuerzas que era incapaz de controlar, y que ejercían una influencia funesta y hasta destructiva”. El citado diccionario agrega: “En fecha temprana, la humanidad buscó instintivamente las causas, y atribuyó un carácter personal a las fuerzas y otras manifestaciones de la naturaleza”.

Según los historiadores, la creencia en dioses demoníacos y espíritus malignos se remonta a las etapas más antiguas de la historia mesopotámica. Así, los babilonios creían en un mundo subterráneo, la “tierra sin retorno”, presidido por Nergal, violenta divinidad conocida como “el que arde”; también vivían en temor de los demonios, a quienes procuraban apaciguar con encantamientos. Por otro lado, en la mitología egipcia, Set era el dios del mal, “representado con los rasgos de una bestia fabulosa de hocico delgado y curvo, orejas rectas y cuadradas, y cola rígida bifurcada” (Larousse Encyclopedia of Mythology).

En el caso de los griegos y romanos, creían tanto en deidades benévolas como maléficas, pero no en un dios predominantemente malo. Sus filósofos enseñaban que había dos principios opuestos. Para Empédocles, se trataban del Amor y la Discordia, y según Platón, el mundo poseía dos “Almas”: una de ellas era la causa del bien, y la otra, la del mal. En efecto, como señala Georges Minois en su libro Breve historia del Diablo, “la religión pagana clásica [grecorromana] ignora al diablo”.

En Irán, el mazdeísmo (o zoroastrismo) enseñaba que la deidad suprema, llamada Ahura Mazda u Ormuz, creó a Angra Mainyu, o Ahrimán, quien optó por obrar mal y de este modo se convirtió en el Aniquilador, el Espíritu Destructivo.

En el judaísmo, el concepto original de Satanás es bastante sencillo: se trata del adversario de Dios que introdujo el pecado. Sin embargo, el paso de los siglos coloreó con ideas paganas dicho concepto. La Encyclopaedia Judaica afirma al respecto: “Para los últimos siglos anteriores a la era común se había producido un gran cambio [...]. Durante dicho período, la religión [judía] [...] adquirió muchos aspectos de un sistema dualista en el que Dios y las fuerzas del bien y de la verdad se enfrentaban, tanto en el cielo como en la tierra, a las poderosas fuerzas del mal y del engaño. Este cambio parece deberse a la influencia de la religión persa”. The Concise Jewish Encyclopedia declara: “La protección contra los d[emonios] se obtenía mediante la observancia de los mandamientos y el empleo de amuletos”.
Los babilonios creían en una violenta deidad llamada Nergal (extremo izquierdo); Platón (izquierda) creía en la existencia de dos “Almas” opuestas
La teología del cristianismo apóstata

Tal como el judaísmo adoptó conceptos sobre los demonios y Satanás ajenos a las Escrituras, los cristianos apóstatas desarrollaron ideas antibíblicas. The Anchor Bible Dictionary afirma: “Una de las nociones teológicas más extremistas de la antigüedad es que Dios redimió a su pueblo pagándole a Satanás para liberarlo”. Esta doctrina la propuso Ireneo (siglo II E.C.) y la elaboró Orígenes (siglo III E.C.), quien afirmó que el Maligno “había adquirido derechos legales sobre los hombres” y que “la muerte de Cristo [...] era un rescate pagado al diablo” (History of Dogma, de Adolf Harnack).

Según The Catholic Encyclopedia, “durante unos mil años [la doctrina de que el rescate se pagó al Diablo] fue parte importante de la historia de la teología” y se mantuvo como enseñanza eclesiástica. Otros Padres de la Iglesia, entre ellos Agustín (siglos IV y V E.C.), abrazaron la idea de que el pago se había hecho a Satanás. Finalmente, en el siglo XII, los teólogos católicos Anselmo y Abelardo llegaron a la conclusión de que el sacrificio de Cristo no se ofreció al Diablo, sino a Dios.


Ireneo, Orígenes y Agustín enseñaron que el rescate se pagó al Diablo

Supersticiones medievales

Aunque la mayoría de los concilios católicos curiosamente guardaron silencio sobre la figura de Satanás, en el año 1215, el cuarto Concilio de Letrán presentó lo que la New Catholic Encyclopedia denomina “solemne profesión de fe”. El canon 1 proclama: “El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos, se hicieron malos”. Luego añade que su ocupación es tentar a la humanidad, idea que obsesionó a muchas mentes durante la Edad Media. En efecto, el Maligno estaba siempre detrás de lo que parecía extraño, fueran enfermedades inexplicables, muertes súbitas o malas cosechas. En el año 1233, el papa Gregorio IX emitió varias bulas en las que condenaba a los herejes, una de ellas dirigida contra los luciferianos, acusados de adorar al Diablo.

La creencia de que Satanás o sus demonios podían poseer a las personas no tardó en suscitar paranoia colectiva, sí, miedo histérico a todo tipo de hechicería. Entre los siglos XIII y XVII, el temor a las brujas embargó a Europa entera y alcanzó a las colonias europeas de Norteamérica. Hasta los reformadores protestantes Martín Lutero y Juan Calvino aprobaron la caza de brujas. En Europa, los procesos contra ellas, basados en simples rumores o incluso en denuncias maliciosas, los llevaron a cabo tanto los tribunales civiles como la Inquisición. A menudo se recurría a la tortura para arrancar confesiones de “culpabilidad”.

Si el tribunal declaraba culpable a la acusada, podía condenársela a morir en la hoguera o, en Inglaterra y Escocia, en la horca. The World Book Encyclopedia aporta estos datos: “Según diversos historiadores, entre 1484 y 1782, la Iglesia ejecutó a 300.000 mujeres acusadas de brujería”. En el caso de que Satanás hubiera estado detrás de esta tragedia medieval, ¿quiénes habrían sido sus agentes? ¿Las víctimas, o los fanáticos perseguidores religiosos?


El miedo a las brujas condujo a la ejecución de centenares de miles de víctimas
Creencia e incredulidad actuales

En el siglo XVIII floreció el pensamiento racionalista, la llamada Ilustración. “La filosofía y la teología ilustradas procuraron eliminar de la conciencia cristiana la figura del diablo por considerarla producto de la fantasía mítica medieval”, indica la Encyclopædia Britannica. Ante tales tentativas, la Iglesia Católica reaccionó reafirmando en el Concilio Vaticano I (1869-1870) que creía en la existencia de Satanás, y reiterando esta postura un tanto tímidamente en el Concilio Vaticano II (1962-1965).

Como reconoce la New Catholic Encyclopedia, oficialmente “la lglesia respalda la creencia en los ángeles y los demonios”. Sin embargo, el diccionario católico francés Théo admite que “muchos cristianos actuales rehúsan explicar la existencia del mal en el mundo mediante el diablo”. En los últimos años, muchos teólogos católicos han tratado de mantener un precario equilibrio entre la doctrina oficial católica y el pensamiento moderno. “La teología cristiana liberal —señala la Encyclopædia Britannica— tiende a tratar las expresiones bíblicas sobre Satanás como ‘imágenes literarias’ que no han de tomarse al pie de la letra, sino como un intento mítico de expresar la realidad y el alcance del mal en el universo.” En cuanto a los evangélicos, la citada obra de consulta hace esta indicación: “El protestantismo liberal de nuestros tiempos tiende a negar la necesidad de creer en un diablo con personalidad real”. Ahora bien, ¿deberían los cristianos verdaderos considerar que las afirmaciones de la Biblia referentes a esta perversa criatura no son más que “imágenes literarias”?
La enseñanza de las Escrituras

La filosofía y la teología del hombre no ofrecen explicaciones del origen del mal que superen a las de la Biblia. Lo que esta dice sobre Satanás es esencial para comprender el origen del mal y del sufrimiento de la humanidad, así como la razón por la que la violencia se recrudece de año en año.

Habrá quien pregunte: “Si el Creador es bueno y amoroso, ¿cómo pudo hacer a un espíritu perverso como Satanás?”. Las Escrituras establecen el principio de que las obras de Jehová Dios son perfectas y que sus criaturas inteligentes están dotadas de libre albedrío (Deuteronomio 30:19; 32:4; Josué 24:15; 1 Reyes 18:21). Por lo tanto, el espíritu que se convirtió en Satanás tiene que haber sido creado perfecto y luego, por voluntad propia, haberse desviado de la senda de la verdad y la justicia (Juan 8:44; Santiago 1:14, 15).

En muchos aspectos, su actuación rebelde recuerda a la del “rey de Tiro”, de quien se dijo poéticamente que era “perfecto en hermosura” y “exento de falta en [sus] caminos desde el día en que [fue] creado hasta que se halló injusticia” en él (Ezequiel 28:11-19). El Diablo no puso en tela de juicio la supremacía de Jehová ni su posición como Creador. ¿Cómo iba a hacerlo si él era una creación de Dios? Pero sí cuestionó el ejercicio de la soberanía divina. En el jardín de Edén, insinuó que el Altísimo privaba a nuestros primeros padres de un derecho imprescindible para su felicidad (Génesis 3:1-5). Logró que Adán y Eva se rebelaran contra la justa soberanía divina y que se acarrearan el pecado y la muerte para sí y para sus descendientes (Génesis 3:6-19; Romanos 5:12). Así pues, la Biblia indica que Satanás es la causa del sufrimiento que padece la humanidad.

Durante la etapa antediluviana, algunos ángeles secundaron la rebelión satánica. Se materializaron en cuerpos humanos para satisfacer sus deseos eróticos con las hijas de los hombres (Génesis 6:1-4). Cuando llegó el Diluvio, aquellos renegados regresaron al mundo espiritual, si bien no recobraron la “posición original” que ocupaban junto a Dios en el cielo (Judas 6). Sufrieron la degradación de ser confinados a una condición de densa oscuridad espiritual (1 Pedro 3:19, 20; 2 Pedro 2:4). Se convirtieron en demonios, seres que dejaron de someterse a la soberanía de Jehová y aceptaron la dirección del Diablo. Aunque por lo visto perdieron la facultad de materializarse, aún ejercen una poderosa influencia en la mente y en la vida de los seres humanos, y son sin duda culpables de buena parte de los actos violentos que vemos hoy día (Mateo 12:43-45; Lucas 8:27-33).
Se acerca el fin del dominio satánico

Es patente que en la sociedad actual intervienen las fuerzas del mal, como bien indicó el apóstol Juan: “El mundo entero yace en el poder del inicuo” (1 Juan 5:19).

No obstante, las profecías bíblicas ya cumplidas muestran que el Diablo está avivando los males de este mundo porque sabe que solo le queda “un corto espacio de tiempo” para sembrar el caos antes de ser encerrado (Revelación [Apocalipsis] 12:7-12; 20:1-3). El fin de su dominio dará paso a un nuevo mundo de justicia donde no “existirá ya más” llanto, dolor ni muerte. Entonces se cumplirá esta petición: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Revelación 21:1-4; Mateo 6:10, Serafín de Ausejo, 1964).

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